sábado, marzo 11, 2006

El Clavo, lo mejor (AnéCdota)

El pasado jueves salí de trabajar. Estaba mamado, pero más, de las ocupaciones y responsabilidades que he asumido: El montaje de una empresa editorial, estudiar una Maestría en Historia, los hermanos de la logia y ser coordinador de la campaña de Antanas Mockus en el Valle. Esto me ha alejado de mi familia, novia y amigos; supongo que todos ellos entienden. Ojalá.

Entonces tenía ganas de tomarme unas chelas con alguien, finalmente terminé con Carlos, Cristhian, Daniel y Kevin hablando güebonadas en un estanco. Todo salió muy bien, muy bacano.

Pero en un momento recordé a la gente de El Clavo. Desde 1997 cuando entré: Porras, Caicedo, Mayolo, Ana María, Claudia, Darío, Meza, Lozano, Angélica… En ese entonces yo era el menor y casi un 90% de lo que soy ahora se lo debo a esa experiencia. La verdadera experiencia de El Clavo que estaba en la amistad, en la discusión y en los sueños. A cada uno de ellos le debo algo.

Cuando los de El Clavo decidieron que fuera el director, cambiaron muchas cosas para mí. Tal vez porque no me saco de la cabeza la llorada de todos cuando Diego dejó de ser director para pasar a Ana María (peor porque me quedé dormido, raro), o cuando entre todos “compramos acciones en El Clavo”, pero más cuando Ana María me dijo en un bus Papa Gayo: “César, es el sueño de muchos, no lo dejes morir”. Desde ahí me he vuelto anciano (no tanto como Diego), no disfruto del paseo, pero sé que es necesario para que otros lo hagan. Tanto como lo hubiéramos deseado antes: Sin preocuparnos por las pautas, por la plata.

Son momentos de la vida, alguien me decía en el colegio: “En la vida todo llega, todo pasa”. Pero esa noche en el estanco, en compañía de algunos de El Clavo recordé con mucha alegría las trasnochadas en la casa de Porras, discutiendo, soñando, aprendiendo. Las rumbas con Pichardo y su computador Mac azul. Los zapatos Reebok de Meza. Los comentarios Jesuitas de Darío. Los cuidados de Ana María y Angélica para conmigo. En fin, son situaciones que están ahí.

Ahora, me gustaría que cada uno de los miembros actuales de El Clavo tuvieran un aprendizaje como el que yo tuve, una experiencia infinitamente formativa en todos los sentidos. Admito que estoy llorando en este momento, como niñito. Jueputa, es muy duro y me dolió cuando el malparido de Diego se fue para Canadá, cuando Pichardo me dejó de tratar como un niño para exigirme como adulto. Ahora entiendo porqué me decían que El Clavo había muerto en el 2000, murió porque ellos nunca estarán reunidos de nuevo, murió porque El Clavo era un grupo de gente que ya no está.

Ahora me acompañan Darío y Meza, dos de las personas más nobles y honestas que conozco, a los cuales nunca les he demostrado lo mucho que los quiero. Desde la edición 10, desde el 2001; se ha formado un nuevo grupo, al cual no he podido amar tanto como el pasado, porque no lo he olvidado. Daniel A., Fonseca, Julián, Pacho, Jorge, Eduardo, Catalina. Aparicio, Cristhian, Daniel M., Carlos, Mónica, Andrea, Lorza… son algunos de los que conforman un nuevo sentimiento.

Hoy le hago el duelo a los viejos. ¡Chao! y le doy la bienvenida a esta nueva experiencia, totalmente diferente, ni buena ni mala. Me demoré casi cinco años olvidando el pasado, un amor que marcó porque fue el primero, pero que ya está siendo superado. Sé que vienen cosas buenas, todo depende de todos. Me siento con la energía suficiente para afrontarlo. Gracias a todos.

Como dice La Oveja: “todo va a salir bien”.

lunes, marzo 06, 2006

Pérdida de tiempo (Opinión)

En estos días cogí un bus Blanco y Negro 1 desde la Universidad Javeriana hasta Chipichape. Fue una especie de meditación en medio de reggaeton durante casi dos horas de trayecto. Y en esta ocasión, más que tener la experiencia de los frenazos del bus, de “apoyar el trabajo callejero” comprando todo tipo de cosas y cambiar en tres ocasiones de compañero de asiento, fue reflexionar sobre el tiempo mal invertido.

Caí en cuenta de las filas en los bancos, de las personas sentadas en la Plaza Caycedo, de los centros comerciales llenos de gente dando vueltas como zombies en un “plan familiar”. También recordé que para nosotros descansar significa tirarse en la cama un domingo y no hacer nada, levantarse tarde o simplemente hablar pendejadas con el vecino.

Cuánto tiempo perdemos viendo a Jota Mario, siguiendo novelas cuyo final ya conocemos, votando por los “artistas” del Factor X. De verdad que somos una sociedad que está ahí, esperando que nos llegue el día. Mejor dicho pasándola. ¿Se han puesto a pensar cuántas propagandas tiene una película que pasa RCN o Caracol en un fin de semana?, es una grosería.

Definitivamente perdemos mucho tiempo. La gente se va de Colombia para otros países disque porque allá si se ve la plata. Pero póngase a trabajar en tres lugares en Colombia así como lo hace la gente en el exterior y mire cuánta plata se hace, simplemente porque en otras países si se valora el tiempo. Definitivamente una situación de cultura.

jueves, marzo 02, 2006

Señor, ¿me deja subir por detrás? es que me dejó la escolta* (AnéCdota)

Eso le tuvo que decir un "lanza" al chofer de un bus que pasaba al frente del EMAVI (Escuela Militar de Aviación) más conocida como “La base” y los de El Clavo le decimos “El Bronx”, hogar de Lacayo y Astroboy.

Resulta que la otra vez fuimos al EMAVI a escoltar al General de la Brigada, a J.E.Ch.S., una de tantas veces. Entonces llegamos, el man se bajó y en esa época yo andaba de nuevo, así que me tocaba ponerme un chaleco antibalas Israelí, que olía a mierda, a pura chucha. Era un chaleco que iba por fuera del camuflado, protegía hasta el cuello y cuando uno se sentaba le llegaba hasta las orejas. Le decían el traje de tortuga, imagínense el calor. Esa era mi primera vez en ese lugar. Llegamos tipo 9:00am, y eran las 3:00pm y este tipo nada que salía. Yo ya había contado chistes buenos, malos. Había comido mango, ido al baño como 5 veces, hasta me había leído el manual del carro. En fin, estaba que me metía un tiro porque tenía un hambre ni la h.p., además de mal genio.

Entonces le digo a un “lanza”, ve Gutiérrez (este man era un chiquito, el fusil colgado casi tocaba el piso), “porqué no vamos a la tienda de al frente y nos compramos algo”. Entonces este man me dice: “López, recuerde que la otra vez me puso a voltiar por andar robando llamadas”, entonces yo le dije. “Pero guebón, eso queda al frente, llevamos aquí un resto de tiempo, este man ya se queda hasta tarde”. Entonces el enano dijo, “Listo pero llevamos el armamento”. Armamento es: Un fusil, las cartucheras con proveedores, el traje de tortuga, y una pistola Prieto Beretta.

Pués nos fuimos al frente –sin permiso, obvio-, nos tomamos dos Pony Malta y un resto de panes chiquitos de cien. Cuando habíamos acabado, vimos el BMW del General saliendo y con el carro de la escolta a mil. Gutiérrez me va diciendo “¡López malparido!, nos van a mandar pa`la fila”. -La fila es el batallón de donde uno es, porque la brigada agrupa muchos batallones, por eso hay generales que se llaman brigadieres-. Y es tan guebón que me dice: ¡Corramos! Y pués claro, con ese armamento no corre nadie.

Ahí fue cuando nos tocó parar un bus y como la plata nos la gastamos en Pony Malta, subimos y Gutiérrez le dice al chofer “Señor, ¿me deja subir por detrás? es que me dejó la escolta”. Nos subimos en un bus viejo, armados. Casi le saco el ojo a alguien con la trompetilla del fusil. No nos pudimos sentar porque las cartucheras no dejaban y lo peor: La sacada de mierda cuando llegamos al batallón.

Pero qué hijuemadre, por la comida lo que sea.
*Incluye Pandolfocorrección.